lunes, 28 de septiembre de 2015

DÍA MUNDIAL DE LAS AVES 2015

Desde hace un tiempo, el primer fin de semana de octubre se celebra el Día Mundial de las Aves; este año coincide con los días 3 y 4 de octubre. En esas fechas se llevarán a cabo numerosas actividades en toda España organizadas por diferentes asociaciones y entidades públicas.

Arroyo de la Recomba 
Como en años anteriores, el grupo local de la Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife), SEO-Vanellus , en colaboración con SEO-Monticola, ha programado diferentes actividades dirigidas a niños y adultos durante ese fin de semana. Una de ellas aborda una tarea muy interesante y de gran valor para la ciencia: el anillamiento científico de aves. Es esta una herramienta que, mediante el marcaje inocuo de las aves con anillas, permite conocer muchos aspectos de su biología (movimientos migratorios, estado de las poblaciones, estudios de muda etc.).

Dar a conocer al público esta interesante práctica científica es el objetivo de la sesión de anillamiento que se realizará el próximo día 3 de octubre en el parque de la Polvoranca (Leganés). 

Macho de curruca capirotada (Sylvia atricapilla) atrapado en la red
El emplazamiento de una estación de anillamiento junto al arroyo de la Recomba con cierto número de  redes japonesas colocadas en lugares apropiados, permitirá capturar a las aves que a continuación serán manipuladas por anilladores expertos con el fin de colocarles una anilla metálica en el tarso y tomar diferentes datos y medidas corporales (sexo, edad, peso, longitud del ala y del tarso, estado de muda, cantidad de grasa, músculo, etc.) 



Hembra de curruca capirotada (Sylvia atricapilla) en el momento de su liberación tras su marcaje
Dentro del rigor con el que se pretende presentar esta actividad al público en general, uno de los objetivos buscados es que los niños tomen parte activa en ella. Para ello, el fin de semana anterior, un grupo de muchachos, de la mano de los anilladores que dirigirán la sesión del día 3 de octubre, dieron sus primeros pasos en el anillamiento científico de aves. Se les instruyó sobre las especies que con más probabilidad serán capturadas, la metodología, el cuidado que hay que tener al extraer el ave de la red y su manipulación posterior. Así, en la jornada de anillamiento del día 3, ayudados por sus monitores, mostrarán a los asistentes las  especies que se vayan capturando y explicarán los detalles que permiten su identificación. El punto de encuentro para iniciar esta actividad es el Centro de Educación Ambiental (CEA) del parque de la Polvoranca.

Es una buena ocasión para acercarse al mundo de las aves e iniciarse en el conocimiento de estos animales que constituyen uno de los más fiables indicadores biológicos del estado de los ecosistemas. Animaros a pasar una divertida a la vez que interesante mañana de anillamiento. Echad un vistazo a la programación del Día Mundial de las Aves en toda españa.     


Papamoscas cerrojillo (Ficedula hypoleuca). Detalles del plumaje que sirven para la determinación de la edad

















viernes, 8 de mayo de 2015

PRIMER CENSO NACIONAL DE COTORRA ARGENTINA Y DE KRAMER

Vista del lago 
Por iniciativa de SEO/BirdLife se ha llevado a cabo este año, durante el mes de marzo, el primer censo nacional de cotorra argentina (Myiopsitta monachus), y en el periodo de julio a octubre se realizará el de cotorra de kramer (Psittacula krameri). El censo de cotorra argentina consistió básicamente en localizar sus colonias de cría, constituidas por un número variable de estructuras construidas principalmente sobre árboles pero también en otros tipos de apoyos (postes, torres de tendido eléctrico, etc.), y contar el número de  cámaras (nidos individuales) presentes en cada una de ellas, tomando datos de su localización, número de cámaras por estructura, cámaras ocupadas, número de aves en el interior de las cámaras, etc.

En Madrid, el trabajo se distribuyó por distritos y barrios, asignándose a cada colaborador aquellos que mejor le viniesen por proximidad, conocimiento, etc. Se estableció con preferencia un horario para realizar el censo: las horas previas a la puesta del sol, pues es el momento en que la mayoría de las aves están presentes en los nidos y entran y salen de las cámaras con mayor frecuencia.

Para censar la cotorra de Kramer se seguirá un método diferente: consistirá en contar las aves presentes en dormideros previamente localizados.  La finalidad de estos censos es estimar la población de las dos especies exóticas e invasoras con vistas a tomar medidas para su control. 

Pradolongo es uno de los grandes parques de Madrid, tiene una superficie de 72,47  hectáreas y pertenece al distrito de Usera. Se emplaza entre la Avda. de los Poblados, la Avda. de Rafaela Ibarra y la calle del doctor Tolosa Latour, muy cerca del hospital 12 de octubre. No conocía este espacio verde hasta que empecé a visitarlo para censar la colonia de cotorras argentinas instalada allí. Es un parque de trazado bastante regular, con amplios paseos y un gran lago central. En un extremo del lago se levanta un templete de música, y en un lateral, un pequeño y recoleto jardín botánico.


Las cotorras ocupan una reducida área del parque: dos hileras paralelas de  cedros del Himalaya (Cedrus deodora), entre los que se intercala alguna cupresacea, separadas por un espacioso paseo  con parterres, acogen la mayoría de sus nidos. Solo dos se hallan en sendos olmos, muy cerca de la colonia.

Autillo (Otus scops)
Es una apacible mañana de primavera, la floración de la robinia o falsa acacia (Robinia pseudoacacia) está en su apogeo; la fresca brisa transporta la fragancia de sus flores y la propaga por todo el parque. Palomas torcaces (Columba palumbus) y zuritas (Columba oenas) se entremezclan buscando comida en el césped, y las cotorras argentinas (Myosipta monachus), bastante más ruidosas, hacen lo propio formando grupos aparte, aunque también pueden componer bandos mixtos con aquellas. De vez en cuando se oye un pito real (Picus sharpei) y el graznido de alguna urraca (Pica pica).
Comienzo censando los dos nidos que hay sobre olmos. El primero es un nido con dos cámaras pero una de ellas parece vieja y no está usada. El otro tiene una cámara ocupada por una pareja. Hay un tercer nido en otro olmo, es una estructura pequeña y deteriorada, al parecer, abandonada por las cotorras. Sin embargo, guarda una pequeña sorpresa. En el interior de la única cámara, junto a la abertura, inmóvil, con los ojos semientornados que adquieren una apariencia oblicua, se ve un autillo (Otus scops). Su inmovilidad es tal que parece una pieza más de la estructura. El cielo se cubre por un instante y una ráfaga de aire se levanta zarandeando de un lado a otro las ramas del árbol y con ellas el nido, que, recortado contra el cielo inesperadamente plomizo, parece una cápsula espacial sometida a incontroladas e imprevisibles fuerzas con su pequeño tripulante a bordo. Aprovecho la ocasión para hacerle algunas fotos y, tras unos minutos contemplándolo, me dirijo a los nidos de cotorra, que es para lo que he venido. De regreso, volveré a pasar y allí seguirá, en la misa postura, impasible.
Pareja de cotorras construyendo el nido

Los voluminosos nidos atraen a otras aves. Las palomas zuritas se ven con frecuencia junto a ellos, y algunas parejas ocupan cámaras abandonadas a las que aportan material para acondicionarlas. Otra de las aves que encuentra acomodo para anidar en el denso entramado de ramas, es el gorrión molinero (Passer montanus). Se los puede ver llevando material para forrar el nido, como plumón y otros materiales ligeros, introduciéndose, no solo en las cámaras, también entre el ramaje que constituye la estructura del nido.




Grupo de cotorras en las ramas de un plátano de sombra
Me resulta difícil tomar todos los datos que requiere el censo en una sola visita, y vuelvo varios días y a diferentes horas durante la semana para hacerme una idea más real del volumen de la colonia y ocupación de las cámaras. Sigo siempre el mismo ritual: me acerco al árbol en cuestión, doy vueltas a su alrededor para contar los nidos y tomar nota del número de cámaras que poseen y del número de ellas que están ocupadas. La gente que pasa cerca me mira extrañada y después dirige la mirada a lo alto fijando su atención en los nidos. Algunos me preguntan si soy del ayuntamiento, si estoy controlando la procesionaria del pino y cosas más peregrinas. Empiezo a resultar familiar a los jardineros que justo ahora siegan el césped de los parterres próximos a los nidos. Los días siguientes ya parezco parte del paisaje, la curiosidad inicial de los empleados municipales decae y también la de los paseantes asiduos al parque.

Paloma zurita (Columba oenas) ocupando una cámara
Al tiempo que hago el censo reparo en las pautas de comportamiento de estas aves. Por ejemplo, llama la atención el grosor y la longitud de las ramas utilizadas en la construcción de los nidos. Es frecuente verlas volar llevando largas ramas sujetas con el pico por uno de sus extremos, la mayoría de las cuales superan con creces la longitud de las propias aves. Al llegar al nido, unas veces, se posan en la parte superior de la estructura y caminan indecisas por ella, buscando el lugar propicio donde colocar la rama; entonces, con habilidad, ayudándose con las patas y el pico, consiguen insertarla en la compleja estructura. Otras, entran con la rama en la cámara y la colocan por dentro. El nido va haciéndose, así, cada año más grande conforme se añaden nuevas cámaras. Los  extremos de las ramillas aparecen desmochados, y el vivo color amarillo de las fibras de la madera indica que han sido cortadas hace poco. Las cotorras sujetan la rama con el fuerte pico y lo giran a su alrededor para ir haciendo mella en la madera, debilitar la rama y, a fuerza de doblarla, terminar arrancándola. Si bien, la mayoría de los nidos los construyen sobre cedro, el material que utilizan procede generalmente de otros árboles, como el plátano de sombra (Platanus hybrida), muy frecuente en parques y jardines.

Paloma zurita saliendo de una cámara
Según avanzo junto a la hilera de árboles, un revuelo y cierta agitación se percibe en las copas de los dos últimos cedros de la fila, junto a una falsa acacia de buen tamaño y cargada de flores. Algo altera a las cotorras que revolotean de un cedro al otro visiblemente nerviosas. Tienen la atención puesta en otra cosa y no en mí como otras veces, cuando al acercarme a los nidos comienzan a gritar desaforadas, incómodas por mi presencia. Esta vez algo parece molestarlas más y, aunque me muevo por debajo de los árboles intentando averiguar de qué se trata, las aves, ajenas a mi presencia, continúan con su algarabía de ásperos gritos, atentas a no sé qué.


Perico multicolor (Platycercus eximius)
Al rato de comenzar la búsqueda veo un ave de vuelo algo boyante que sale de uno de los cedros y se posa en la falsa acacia. Semioculta entre las hojas y los racimos de flores de la robinia, a las que picotea y come, camina por una rama con el cuerpo en línea con ella. Al fin, tras un rato de moverme bajo la copa buscando un buen punto de vista, el ave se coloca de manera que puedo verla con claridad a través de un hueco que se abre en el follaje. De un tamaño parecido al de la cotorra gris, quizá algo más robusta y con un plumaje vistoso y multicolor, es claramente un psitácido (cotorra o loro). Más tarde, tras consultar

Perico multicolor (Platycercus eximius)

algunas guías, averiguo que se trata de un perico multicolor (Platycercus eximius), otra especie exótica como la cotorra argentina, confinada, en su distribución original, en el este de Australia donde ocupa bosques abiertos, sabanas, tierras de cultivo, jardines y parques (http://www.hbw.com/species/eastern-rosella-platycercus-eximius). La presencia del extraño parece incomodar bastante a las cotorras. Al cabo, el perico se aleja y la tranquilidad retorna al grupo de cotorras. 

Nido con dos cotorras asomándose por la entrada a la cámara
Retomo el trabajo que me ha traído aquí y continúo recorriendo la fila de cedros, deteniéndome en aquellos que tienen nidos, que son casi todos, salvo algún árbol suelto que por su pequeño tamaño no ha merecido la atención de las cotorras. No todas las cámaras están ocupadas, algunas, visiblemente abandonadas, presentan un aspecto sucio con el orificio de entrada deteriorado y su borde cubierto de excrementos. Se distinguen bien de las nuevas, estas más limpias y, en muchos casos, con ramillas dispuestas en espiral alrededor del agujero de entrada, adquiriendo el conjunto una curiosa forma cónica.


Es abril y aún no han comenzado las puestas, las cotorras están en plena faena de acondicionar los nidos. En la colonia la actividad es febril, las aves entran y salen de las cámaras en un bullir incesante. A veces, los dos miembros de la pareja coinciden dentro y asoman las cabezas por el agujero; otras, solo un ave permanece en el interior de la cámara hasta que llega su compañera y entonces sale, o bien permanecen juntas y al cabo de un rato ambas abandonan ruidosamente el nido.

Gorrión molinero (Passer montanus)
Algunos árboles tienen varios nidos y para no confundirlos se me ocurre numerarlos siguiendo siempre el mismo orden y tomando un punto de referencia: de arriba a abajo y de derecha a izquierda, de modo que empiezo por el de arriba, ese será el número uno y voy descendiendo hasta encontrar el siguiente. Si a ese nivel hay dos o más nidos continuo numerándolos siguiendo el sentido derecha - izquierda. Así anoto la posición relativa de los nidos en el árbol. Es una forma de recordar su posición si tengo que volver a revisarlos otro día. 

Los datos obtenidos se disponen en forma de tabla en un fichero para ser tratados informáticamente más adelante.



Cotorra de Kramer (Psittacula krameri)
Como decía al principio, está pendiente el censo de la cotorra de Kramer a realizar durante los meses de julio a octubre. Os animo a participar en él pues es importante conocer --al igual que para la cotorra argentina-- la población y distribución de esta especie en España.






miércoles, 8 de abril de 2015

MARCHA POR EL RÍO HENARES

Mi amigo Juan Carlos me sugiere que escriba sobre el paseo que hace unos días dimos un grupo de amigos por la ribera del río Henares, muy cerca de la ciudad de Cervantes, Alcalá de Henares, la romana Complutum. Me sorprende, por inesperado, ese repentino interés; quizá espere encontrar en mi relato algún detalle o situación que le pasara inadvertida, o bien, únicamente recordar el buen rato que pasaron juntos unos amigos que cursan el segundo curso de los tres con que cuenta el Programa de Ciencias Naturales de la Universidad de Mayores de Alcalá de Henares.
Cotorras argentinas (Myiopsitta monachus)

Andaba yo por esos días, enfrascado en el censo de cotorra argentina (Myiopsitta monachus) organizado por la Sociedad Española de Ornitología (SEO). Se trata del primer censo nacional de esta especie junto con la cotorra de Kramer (Psittacula krameri), cuyo fin no es otro que conocer la distribución y abundancia de estas dos especies exóticas. El censo lo llevan a cabo voluntarios que intentarán cubrir la mayor parte del territorio; en el caso de Madrid, el trabajo se repartirá por barrios y distritos, visitando jardines y zonas verdes, donde estas aves se concentran en mayor número. El principal objetivo es localizar y censar los nidos y colonias de esta especie.
Nido con la abertura de una cámara

Me estaba llevando tiempo recopilar los planos de los distritos y barrios que tengo asignados, determinar las zonas con presencia de cotorras y organizar las visitas dentro de un trabajo coordinado. Se trata de localizar los nidos y anotar su ubicación; en princio, una tarea sencilla pues son grandes estructuras construidas con ramas y  fáciles de distinguir en los árboles, incluso a distancia. Sin embargo, no lo es tanto. En realidad son nidos colectivos que pueden reunir un número elevado de nidos individuales o cámaras. Cada uno de los agujeros que se abren en esos amasijos de ramas colocados en determinadas especies de árboles, generalmente cedros del Himalaya (Cedrus deodora) y más raramente en olmos y plátanos de sombra, es un nido individual en el que hará la puesta una pareja de cotorras. Hay que anotar no solo el total de cámaras por nido, sino también las que parecen no utilizadas, y hacer un conteo aproximado de las aves que se ven en las cámaras y en las inmediaciones. Si a ello sumamos que un mismo árbol puede sostener varias de estas estructuras con sus respectivas cámaras, la cosa puede resultar laboriosa.

Aclarados un poco los detalles, y venciendo la pereza inicial de tener que sacar petróleo de una  aventura tan modesta como la nuestra, me pongo  a escribir la crónica de aquella mañana de campo. Una tarde en el tren, camino a la universidad de Alcalá, en una cuartilla que arranco con descuido de un cuaderno, apoyada sobre un libro que habla sobre los primeros homínidos antepasados del hombre: El primate que quería volar --recomendado en un monográfico sobre Atapuerca--, comienzo a escribir una suerte de borrador de esta historia.

El grupo
Los días anteriores a la fecha elegida para la excursión los pasé pendiente de la web de la Agencia Estatal de Meteorología, pues tras una semana con buen tiempo y temperaturas excepcionalmente altas para la época del año en la que nos encontramos, mediados de marzo, se anunciaba un cambio radical con la llegada de una borrasca, y parecía que todo podría irse al garete precisamente el día señalado para nuestra pequeña aventura. Tuvimos suerte. Según pasaban las fechas el pronóstico cambiaba a nuestro favor, de modo que ese día amaneció despejado, sereno y algo fresco, ideal para caminar sin agobios.

José María, nuestro delegado de curso

Quedamos a las nueve, junto a la cafetería de la Facultad de Biología, en el campus externo de la Universidad de Alcalá. Allí fuimos llegando puntuales los miembros de la expedición. Reunidos todos, nos pusimos en marcha; faltaba Luis, con el que habíamos acordado encontrarnos en el centro comercial La Dehesa, al otro lado de la autovía de Barcelona, de camino hacia nuestra ruta. Nos esperaba con un atuendo deportivo: un elegante chandal azul marino. Intercambiamos saludos y comenzamos la marcha.
No se nos ve mal ¿verdad?

Tomamos un sendero de acceso algo disimulado, junto a una valla metálica, que parte del Camino de los Afligidos y avanza pegado a la orilla del río Henares. Marchamos a buen paso, la estrechez del camino nos obliga a ir casi en fila pero enseguida se forman grupos que entran en animada conversación, tan animada que en ocasiones el entusiasmo de algunos les lleva a elevar el tono de voz. Les sugiero con tacto que sean más discretos, que presten atención al paisaje y a lo que pueda surgir. Que disfruten del entorno.


Aunque partimos del camino de los Afligidos... no nos sentimos nada afligidos
Al cabo de un rato, el río se encaja contra un cortado y de sus paredes nos llega el eco de unas chovas piquirrojas (Phyrrocorax phyrrocorax) que vuelan a lo largo la pared arcillosa que se alza en la otra orilla. La chova piquirroja es un córvido característico de cortados y cantiles cuya población, en la comunidad de Madrid, parece haber experimentado cierto declive, siendo hoy más escasa que hace algunos años, pero con tendencia a recuperar efectivos (Atlas de las aves en invierno, 2010-2013). En los años 80 podía verlas en los cortados de la laguna del Campillo, en Rivas-Vaciamadrid, allí criaban bastantes
Cortados del Henares
parejas y se podían observar con facilidad desde el camino que rodea la laguna.
Grajillas (Corvus monedula)
Otro córvido que vemos es la grajilla (Corvus monedula), inquilina también de estas paredes, forma grupos más numerosos que las chovas. Vecinos de estas, los gorriones chillones (Petronia petronia) no dejan de oirse haciendo honor a su nombre. Estos escapan a la atención de mis compañeros, es un ave más pequeña, del tamaño de un gorrión y los oímos más que vemos. Pronto ocuparán cualquier pequeño agujero de la pared para construir el nido.

Avanzamos por un bosque galeria formado por álamos y tarajes (Tamarix spp.). Se ven aves
Herrerillo común (Cyanistes caeruleus)
características de estos sotos que nos van abriendo camino: petirrojos (Erithacus rubecula), mirlos (Turdus merula), chochines (Troglodites troglodites), carboneros (Parus major), herrerillos (Cyanistes caeruleus), pinzones (Fringilla coelebs), verdecillos (Serinus serinus), alguna curruca cabecinegra, (Sylvia melanocephala), etc.
Río Henares
Como los árboles todavía no tienen hojas -- recién comienzan a brotar-- puede verse la otra orilla y el río, lo que seguramente será imposible en algunos tramos dentro de un mes. Gracias a la buena visibilidad de la que disfrutamos, alcanzamos a ver un cormorán (Phalacrocorax carbo) sobre un tronco que emerge del agua en la orilla opuesta. Está secándose con las alas abiertas, ya hace tiempo que viste el plumaje nupcial: una llamativa mancha blanca en el muslo y las hirsutas plumas blancas de la cara, destacando esta combinación con el resto del cuerpo oscuro. La Península ibérica recibe en torno a 55.000 aves durante el invierno (Atlas de las aves en invierno 2007 - 2010) que provienen del norte de Europa, con gran número de aves repartidas por el interior asociadas a ríos y masas de agua.
Cormorán grande (Phalacrocorax carbo) en plumaje nupcial

Llegamos a una zona donde el camino se ensancha y se abre en un llano. Empezamos a considerar hacer un alto y tomar algo; algunos van más adelante, parece que no tienen prisa en parar.

Unos días antes visité la zona, no la conocía y no quería venir con el grupo sin haber echado antes un vistazo . Pasaba por el lugar donde acabo de dejar a mis amigos a punto de almorzar, cuando una forma brillante en un saliente del cortado llamó mi atención. Se encontraba a bastante distancia,  pero aún así pude ver que se trataba de un halcón peregrino. Sus partes inferiores claras destacaban sobre la roca oscura al incidir los rayos de sol sobre ellas, lo que hizo que reparase en él. El halcón se mantuvo en esa postura los minutos que permanecí observándolo. Espere un rato más por si aparecía su pareja pero no lo hizo así que me marché dejándolo en la misma posición en que lo encontré: sobre un promontorio, de espaldas al vacío y con el sol de frente. 
Buscando el peregrino

Ahora nos encontramos en el mismo lugar y vengo pensando en que podemos ver al peregrino, seguro que a mis amigos les encantaría. Habíamos decido sacar algo de comer cuando oímos un sonido que viene de lo alto, es el grito característico de un ratonero: un silbido lastimero. Paramos y miramos hacia el lugar de donde parece venir y enseguida lo vemos volando por encima del arbolado del soto. Casi seguido, un peregrino en vuelo nos hace mirar al otro lado. Tras unos giros lo vemos posarse en el cortado. Ahora se forma una pequeña bulla; llamamos a los compañeros que van delante, los demás nos arremolinamos intentando descubrir dónde se ha posado, hay intercambio de opiniones y de prismáticos. Por fin, nuestra compañera Olvido lo ve. Está posado en una repisa en lo alto del cortado, ajeno al barullo que se ha formado bastantes metros por debajo de él. Los compañeros que faltaban se unen al grupo; deseamos compartir con ellos el avistamiento y les indicamos donde tienen que mirar. Muchos dedos apuntando al cortado y al final todos acaban viéndolo.

Siempre emociona ver un halcón peregrino aunque no seas aficionado a las aves. La leyenda de esta rapaz, su velocidad y belleza suscitan siempre interés y admiración.  Es una especie cosmopolita (se distribuye por todos los continentes excepto la Antártida), con al menos 19 subespecies reconocidas, y un ave excepcional de nuestra fauna. En el censo de 2008 se estimó en 28 parejas la población reproductora en la Comunidad de Madrid. Aquí, el halcón peregrino se distribuye principalmente en dos grandes áreas: la sierra de Guadarrama y la campiña. En la campiña ocupa los cortados de los ríos Jarama, Tajuña, Tajo y Henares. También hay una pequeña población urbana en la capital (SEO/BirdLife, 2008. El halcón peregrino en España. Población reproductora en 2008 y método de censo).
Preparándose para desayunar

Dejamos al halcón en su atalaya y ahora, más relajados, es el momento de comer algo y tomarnos un respiro. Nos sentamos en un recodo del río, cada uno donde puede, y damos cuenta del pequeño almuerzo. Se oye el rumor del agua y, de vez en cuando, el silbido del ratonero. Unos minutos de sosiego y conversación y continuamos el paseo.

El camino nos lleva a un zona donde el estrecho pasillo de árboles que seguimos se ensancha alejándonos, no mucho, del río y del cortado. Pasamos por una arboleda formada por álamos y tarajes; finalmente el sendero se junta con el de los Afligidos, el mismo donde comenzamos nuestra ruta.Cruzamos un puente y seguimos andando, ahora por la margen izquierda del río. A nuestra derecha dejamos una parcela cercada donde hay plantados cientos de arbolillos de pocos palmos de altura. Forman una curiosa trama, de modo que, mirándolos desde cualquier ángulo, siempre se ven los árboles perfectamente alineados. A veces se oye el grito de un pito real (Picus sharpei) que llega desde la densa vegetación que acompaña al río, y el tamborileo de algún pico picapinos (Dendrocopos major) que en lo alto de una rama golpea con el pico la madera vieja del árbol.

Ruiseñor bastardo (Cettia cetti)
Junto al mirador
Alcanzamos otro recodo del río donde un panel informa de la importancia y los valores ambientales del espacio natural del Soto del Henares, e insta a su cuidado. Es una especie de mirador con una tosca barandilla de madera que deja unos metros más abajo el río. En la curva que describe el cauce crece una masa de  carrizos (Phragmites australis) en donde un par de ocasiones durante este invierno he detectado un rascón (Rallus aquaticus). Esta ave es muy escondediza y difícil de observar porque rara vez abandona la cobertura vegetal donde se desenvuelve a sus anchas. Muchas veces, el único indicio de su presencia es oir su áspero grito, lo cual tampoco prodiga mucho pero suele incitarlo a ello oir una grabación con su voz. Normalmente, si hay un rascón cerca este método no falla y no tarda en responder, a veces incluso sale al descubierto y se le  puede ver. En el móvil tengo una grabación  de la voz del rascón y les digo a mis amigos que guarden silencio mientras la ponemos, a  ver si nos responde. Todos callan. Durante unos segundos pongo en marcha la grabación, la paro y esperamos un poco confiando en oir una respuesta. Nada se escucha, solo un ruiseñor bastardo (Cettia cetti)   parece  darse por aludido y nos responde con su  explosivo reclamo. Conecto de nuevo el reproductor, extiendo el brazo y lo muevo lentamente de un lado al otro describiendo con el móvil un amplio arco. No hay respuesta. Seguramente no hay ningún rascón; quizá el ave que oí un mes atrás era un invernante y ahora está de regreso a su lugar de origen.
Nido de avión roquero




Continuamos un poco más y el camino nos lleva a la base de la la pared de arcilla de un cortado. Un cernícalo vulgar (Falco tinunculus) sale de algún punto de  aquella y se aleja volando. Algunos aviones roqueros (Ptyonoprogne rupestris) vuelan junto a la pared y se posan de vez en cuando en la misma o en sus pequeños nidos en forma de media taza construidos completamente de barro. Pasamos un rato al pie del cortado observando sus vuelos y tratando de ver los nidos, pues su pequeño tamaño y color, que apenas difiere del de la pared, complica localizarlos salvo cuando los aviones entran en ellos, lo que solo hacen en alguna ocasión pues todavía no han comenzado a criar. Nos encontramos al pie de la pared, a nuestra espalda, una parcela se interpone entre nosotros y el río. Atraviesa la parcela un arroyo en el que crecen altos carrizos y termina desaguando en el Henares.

Es mediodía y se empieza a notar el calor. Nos planteamos si seguir adelante o volver; recurrimos a la mayoría y se decide regresar, aunque algunos se quedaron con las ganas de avanzar un poco más... Volvemos a buen paso hasta el puente, lo cruzamos y seguimos por donde habíamos venido. Pasamos por los mismos lugares de antes: los riscos dónde encontramos al halcón peregrino, que ya no está; frente  a las paredes donde volaban las chovas, y se abren grandes huecos utilizados con frecuencia por el búho real para criar, y que no hemos tenido la fortuna de ver; y el bosque de ribera por donde el sendero se estrecha para terminar saliendo al Camino de los Afligidos, cerca ya del área comercial donde comenzamos.


Llegamos a la estación de trenes y poco después a la cafetería de la universidad, donde vamos a comer. Empieza a estar concurrida por estudiantes, también algún profesor. Entramos cargados con nuestras mochilas, la chica de la cafetería, que nos conoce de atendernos por las tardes, se sorprende de vernos a estas horas. Nos acercamos a donde sirven los platos y estudiamos el menú del día. La cocinera, amable, nos explica lo que podemos pedir, y vamos eligiendo. Nos sentamos y empezamos a comer. Va llegando más gente.

jueves, 22 de enero de 2015

SEGUIMIENTO DE AVES COMUNES EN INVIERNO (SACIM)


Parte del recorrido entre fincas y polígonos industriales
El 7 de enero realicé el primer recorrido del SACIM (Programa de Seguimiento de Aves comunes en Invierno), uno de los programas que coordina la Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife). Su finalidad es conocer, a lo largo del tiempo, la tendencia de las poblaciones de aves que pueblan nuestros campos durante la estación invernal. Consiste en un itinerario (que habrá que repetir al menos 20 días después) dividido en ocho etapas, cada una de ellas con una duración de quince minutos, durante las cuales se anotan las especies observadas y el número de individuos de cada una. El recorrido transcurre por la cuadrícula VK 7080, cuadrícula que abarca un área de 100 km2 al este de la Comunidad de Madrid, e incluye, además, una pequeña superficie de la provincia de Guadalajara. El muestreo se realizó a lo largo del curso del río Henares, afluente del Jarama, y recorre unos siete kilómetros de la vega de dicho río, discurriendo, en parte, por el término municipal de Los Santos de la Humosa. Como era la primera vez que lo hacía, unos días antes realicé un recorrido de prueba para familiarizarme con el terreno y planificar la ruta.




Mirlo común (Turdus merula)
Comienzo el itinerario en la periferia de la ciudad de Alcalá de Henares, junto al río. El primer tramo discurre por una zona muy humanizada en la que encontramos un polideportivo, centros comerciales y polígonos industriales. Ciertamente, de escaso  atractivo y poco sugerente en el plano ornitológico. No obstante, hay algunas zonas ajardinadas en las que se ven especies ligadas al medio urbano como  paloma torcaz (Columba palumbus), mirlo común (Turdus merula), gorrión común (Passer domesticus), colirrojo tizón (Phoenicurus ochruros), herrerillo común (Cyanistes caeruleus), etc; incluso en un jardín abandonado veo un zorzal común (Turdus philomelos) entre un grupo de gorriones comunes (Passer domesticus). En el entorno del río, algún cormorán grande (Phalacrocorax carbo) y en vuelo, bandos de gaviotas sombrías (Larus fuscus).



Paloma torcaz (Columba palumbus)
Al poco de comenzar, el camino se separa del río dejando a ambos lados parcelas de cereal. Los primeros kilómetros resultan monótonos pues recorro una carretera particular flanqueada por una valla metálica, el río dista cien metros o más y me tengo que conformar con ver, a lo lejos, un macho de aguilucho lagunero occidental (Circus aeruginosus) que vuela siguiendo el trazado que marca el  bosque de ribera, alguna tarabilla europea (Saxicola rubicola) posada en los postes del vallado, y  lavanderas blancas (Motacilla alba) que levantan el vuelo a mi paso. A ambos lados, el cercado metálico resulta permeable a alguna curruca rabilarga (Sylvia undata), cabecinegra (Sylvia melanocephala) o buitrón (Cisticola juncidis) que lo atraviesan y  cruzan el camino amenizando mi marcha. A lo lejos, planea sobre la llanura un milano real (Milvus milvus) que poco después me sobrevuela y se aleja en dirección al río.

Colirrojo tizón (Phoenicurus ochruros)






















Tarabilla europea (Saxicola rubicola)
Tras andar dos kilómetros aproximadamente, paso junto a un centro de investigación de recursos fitogenéticos del INIA (Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria). En su recinto se ven parcelas donde crecen chopos y otros árboles perfectamente alineados. Es aquí precisamente, donde una liebre (Lepus granatensis) surge de improviso y escapa veloz entre las hileras. A lo lejos, un bando de fringílidos, seguramente jilgueros y pardillos, va invadiendo el suelo en un goteo continuo desde las copas. Un puente cruza el Henares y muy cerca de él, en lo alto de un chopo, la silueta de un cernícalo vulgar (Falco tinunculus), enmarcada por la desnudez de los árboles y las frías aguas del Henares, recibe inmóvil la tibieza de los primeros rayos de sol.  

Estornino negro (Sturnus unicolor)













Cistícola buitrón (Cisticola juncidis). Foto realizada el pasado verano





La senda discurre ahora pegada al río por su margen izquierda. Avanzo entre la hilera de álamos (Populus sp.), sauces (Salix sp.) y tarayes (Tamarix sp.), que forman la vegetación de ribera, y una valla que cierra una parcela de arbolillos entre los que se mueven algunos bandos mixtos de jilgueros (Carduelis carduelis), pardillos (Carduelis cannabina), pinzones (Fringilla coelebs) y verdecillos (Serinus serinus). En el extremo seco de una rama un pico picapinos (Dendrocopos major) parece ignorar mi presencia; el relincho de un pito real (Picus sharpei) y la algarabía de un bando de estorninos negros (Sturnus unicolor) se escuchan en la otra orilla. 

Río Henares


Algún que otro mirlo (Turdus merula) y petirrojo (Erithacus rubecula) cruzan el camino a mi paso perdiéndose raudos en la vegetación. Entre las ramas de un sauce (Salix sp.), casi pasa inadvertido un acentor común (Prunella modularis) que acompaña sus movimientos con su imperceptible reclamo. Hasta el momento, el muestreo no me ha ofrecido muchos datos, ahora, sin embargo, mi libreta empieza a llenarse de observaciones. El río concentra más diversidad de especies y un mayor número de aves.

Soto del río



 
Pico picapinos (Dendrocopos major)

Camino por la llanura aluvial del río Henares, a mí derecha el terreno se eleva  formando montes y cortados muy próximos al río. El suelo es arcilloso y está cubierto por vegetación herbácea y arbustiva donde una de las especies dominantes es el esparto (Stipa tenacissima). Las tierras del entorno de Los Santos de la Humosa, alejadas de las verticales paredes desde las que se domina la vega, adquieren la fisonomía de una planicie cerealista salpicada de manchas de monte bajo y algunas parcelas de olivos.



El camino se separa del río y avanza junto a un cortado arcilloso; a la izquierda,  una pequeña llanura de inundación es atravesada por un regato, el Arroyo del Carrizal, a lo largo de él una franja de carrizo (Phragmites australis) recorre la llanura y llega hasta el río. Grupos de fringílidos formados por pinzones, jilgueros, verdecillos y algún verderón común (Carduelis chloris) comen en el suelo o vuelan hasta el carrizo buscando cobijo. Mezclados con ellos se observan también algunos bandos de escribanos trigueros (Miliaria calandra).



Arroyo con carrizos que cruza una pequeña llanura

Dejo la senda y subo una ladera ganando altura. Avanzo ahora por un terreno irregular desde el que se ve el río y toda la vega. Un bando de torcaces (Columba palumbus) se concentra en las copas de los álamos y una garza real (Ardea cinerea), posada en un chopo próximo al agua, permanece inmóvil mientras las torcaces no dejan de moverse en la arboleda. Más adelante cruzo un grupo de olivos (Olea europaea) de entre los que salen algunos zorzales comunes (Turdus philomelos). Marcho con cuidado pues las zonas donde aún no da el sol  permanecen cubiertas por una capa de hielo formada durante la noche. A partir de aquí disminuye el número de contactos, solo se ven  algunas aves esteparias (cogujada, alondra) y en muy pequeño número.


 
Las zonas umbrías permanecen heladas

Más adelante, el paisaje adquiere caprichosas formas modeladas por la erosión y se abren barrancos que conducen las aguas de escorrentía superficial hasta el río. En el fondo de estos barrancos, hileras de tarayes (Tamarix sp.), todavía sin hojas, dibujan una franja gris en dirección al río. Algunos juncos (Juncus spp.) que crecen en la cabecera o en el fondo de estos torrentes delatan cierta humedad en el subsuelo.  Desciendo por uno de ellos y me encuentro con un solitario colirrojo tizón (Phoenicurus ochruros), alguna cogujada común (Galerida cristata) y un grupo de grajillas en vuelo (Corvus monedula). Finalmente, llego hasta un cortado al que la acción erosiva ha modelado de forma curiosa. Ahora el terreno desciende hasta la vega, a pocos metros del Henares, y es aquí donde finaliza la última etapa del recorrido.





















El agua de escorrentía modela el terreno
De regreso, veo algunas especies que no observé a la ida y que ya no puedo incluir en el muestreo. Por ejemplo, un pequeño grupo de 6-8 cercetas comunes (Anas crecca) junto a varios cucharas (Anas clypeata) y un ánade friso (Anas strepera) nadando plácidamente en el río. Al cruzar una pequeña llanura oigo un cuervo lejano (Corvus corax) y cerca se oye una perdiz.

Perdiz roja (Alectoris rufa)






Atajo por un vallejo y al coronar una cuesta sorprendo a un zorro cruzando una tierra al trote. Al llegar al borde se para con la mirada fija en el fondo del pequeño valle. Permanece un rato sentado sobre las patas traseras, las orejas tiesas y el hocico apuntando al valle. Parece no advertir mi presencia. Tras unos minutos me mira y se vuelve por donde vino, ahora corriendo. Enseguida lo pierdo de vista.


Zorro (Vulpes vulpes)























Regresé el 13 de febrero para repetir el itinerario y concluir el SACIM  de esta temporada. Se presentaron algunas especies nuevas respecto al muestreo de la primera jornada. Nada más empezar, en el primero de los recorridos, aparecen dos currucas capirotadas (Sylvia atricapilla) junto a la alambrada de un polideportivo. Más adelante, en un recodo del río cubierto por carrizo (Phragmites australis), escucho el áspero grito de un rascón (Rallus aquaticus), y muy cerca el explosivo canto de un chochín (Troglodytes troglodytes). Dos busardos ratoneros (Buteo buteo) planean sobre una parcela junto al río, cerca de una hembra de aguilucho lagunero (Circus aeruginosus). Siguiendo el curso del Henares llego hasta un tronco seco en el que están posados dos cormoranes grandes (Phalacrocorax carbo), uno de ellos exhibe ya el plumaje nupcial. Un poco más allá, dos rascones se oyen en una pequeña laguna que hay junto a la orilla.

Cormorán grande (Phalacrocorax carbo)





Cormorán grande en plumaje de primavera
Finalizó así la campaña del SACIN de este año, en total 47 especies detectadas y buenos ratos de pajareo. Espero volver a repetirla el próximo.




























GALERÍA FOTOGRÁFICA                                          


Barranco



















Escribano triguero (Miliaria calandra)





















Pardillo común (Carduelis cannabina)





Río y vega del Henares



















Formas de erosión por el agua de escorrentía

Fondo de un barranco






































Llanura de inundación del río Henares




























































































Los Santos de la Humosa